jueves, 18 de junio de 2009

VALORES DE LA DEMOCRACIA MODERNA


El mundo de nuestros días vive una época de cambio en la que, como corresponde a toda fase transicional, se entremezclan y confunden viejas y nuevas maneras de concebir la realidad y de actuar sobre ella. La globalización en curso, no sólo ha significado una transformación profunda en el plano económico, sino que abarca otras dimensiones de la vida social. Al lado del tránsito del mercado "espacial" hacia redes mundiales de intercambio, podemos observar la constitución de novedosas formas de interacción entre grupos humanos distantes, las llamadas "redes" de ciudadanos interesados en temáticas específicas inciden en la acción de los gobiernos. Además de la sustitución de la estructura productiva de base nacional por la llamada "fábrica mundial", asistimos a la transformación de identidades nacionales que se ven orilladas a incorporar elementos simbólicos que tradicionalmente se observaban como algo foráneo, exóticoSe trata de una época de derrumbe y transformación. Los paradigmas heredados de la Ilustración se han agotado y no se vislumbran en el horizonte fórmulas de recambio, acaso porque serian mera ilusión ideológica sin posibilidades de aplicación a la nueva y más compleja realidad. Uno a uno, se tiende a poner tela de juicio los grandes referentes de lo social, ya sea que se trate de las utopías en de organización social que tan significativamente marcaron el siglo XX, o la noción del desarrollo social como una serie inacabable de progresiones hacia un rumbo cierto y alcanzable. La incredulidad reinante, entendida como actitud posmoderna, ha invado incluso a la ciencia, con sus añejos postulados de tiempo lineal y una lógica también lineal que no sólo presidían el razonamiento científico sino que también imponían su sello al conjunto de la vida socialSi esto es así, habrá que concluir en que las épocas transicionales no concluyen por ensalmo, ni se resuelven por la sola inercia de los acontecimientos: requieren proyectos, exigen una actitud ética, es decir una concepción de lo que contribuye a enaltecer a la sociedad. Y tales cuestiones tienen su principal, aunque no única, expresión en el terreno de la vida política.

Pero las sociedades políticamente organizadas tienen procedimientos para decidir respecto del rumbo general de la sociedad y de todos sus integrantes. En las sociedades democráticas, el ejercicio del sufragio constituye el modo cierto y objetivo de integrar y reconocer lo que Rosseau denominaba la voluntad general.

Para algunos, la democracia se reduce a un modelo de gestión política, con sus variantes más o menos participativas. Para otros, la democracia es un modo de vida, definido por unos valores que afectan a todos los ámbitos sociales y personales.

Ciertamente, la pulcritud y transparencia con que se organizan los procesos comiciales resulta de fundamental importancia para que todos los ciudadanos reconozcan e! ejercicio del voto como mecanismo relevante de participación en los asuntos públicos y reconozca en los gobernantes no sólo legalidad sino también legitimidad en su actuación.

Carlos Marx se equivocó en muchos de sus planteamientos, pero decía acertadamente que las mercancías no van solas al mercado: son un medio para el intercambio entre los hombres y, por ello, contienen relaciones sociales. De modo análogo, los procesos electorales no son meros procedimientos mecánicos de votación: constituyen expresiones de lo que podríamos denominar el estado moral de la sociedad. Las elecciones son, simultáneamente, un mecanismo de designación de los gobernantes, un espacio de expresión de ideas que buscan la aceptación mayoritaria de la sociedad, y un medio para que el individuo tome parte en decisiones fundamentales para el conjunto social. Por ello, los procesos electorales son más, mucho más, que el solo acto de depositar una boleta electoral en una urna.

Winston Churchill dijo alguna vez que la democracia es el peor de los sistemas de gobierno posibles, con excepción de todos los demás. Ironías aparte, el hecho cierto es que, hasta la fecha, la humanidad no ha logrado construir un sistema de gobierno que supere al democrático.

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